Tras el tumulto de la batalla, el silencio se apoderó del campo de batalla. Los guerreros exhaustos y heridos yacían en el suelo, algunos lamentando la pérdida de camaradas, otros agradeciendo a la suerte por haber sobrevivido. El olor a sangre y metal impregnaba el aire, mientras que los cuervos graznaban en lo alto, esperando su oportunidad para festinar con los caídos.
Los líderes de ambos bandos se acercaron con cautela a la línea divisoria, evaluando los daños y planeando los próximos movimientos estratégicos. La tensión era palpable mientras negociaban los términos de la rendición y conferenciaban sobre el futuro del territorio conquistado.
Entre los escombros y restos de la batalla, surgían historias de valentía y sacrificio, de camaradería y traición. Los sobrevivientes se ayudaban mutuamente, no importaba el bando al que pertenecieran, pues la guerra había dejado cicatrices en todos los corazones.
Con el sol ocultándose en el horizonte, la oscuridad envolvía el campo de batalla, marcando el final de un capítulo sangriento en la historia de la humanidad. Aunque la paz parecía lejana, aún quedaba un destello de esperanza en los ojos de aquellos que anhelaban un mañana mejor.
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